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lunes, 27 de diciembre de 2010

AMIRA ARRIETA McGREGOR


AMIRA ARRIETA McGREGOR:

Nieta de Diógenes Arrieta  e Hija de Rafael Arrieta V. y Enriqueta Mcgregor




Amira de la Rosa


Pseudónimo de Amira Arrieta McGregor, poetisa y dramaturga colombiana. Nació en Barranquilla en 1903 y murió en la misma ciudad en 1974.
Autora de piezas de teatro como Madre Borrada, Piltrafa y Las viudas de Zacarías y de la compilación de cuentosLa luna con parasol. Sus obras llegaron a ser presentadas en Colombia y en el extranjero (España, Venezuela).
Autora de la letra del himno de Barranquilla, escogida por concurso en 1942.
El Teatro Municipal de Barranquilla, inaugurado en 1982, fue bautizado en su honor.
En 1926 fundó, con sus hermanas, el Colegio Gabriela Mistral, que aún hoy existe (Carrera 38 # 81-29). En diversas ocasiones cumplió funciones consulares en España y otros países.


Adlai Stevenson Samper

Siempre presentaba una imagen sonriente y de alegrías despejadas. Pudiera decirse que en su rostro se conjugaban, en una atmósfera barranquillera, las nostálgicas brisas decembrinas, los robles florecidos y el esplendor de la lluvia de oro desparramando su color sobre la calle. “Préstame las cinco letras de tu claro nombre, Amira, para escribir el romance de la gracia sin medida” le cantaría, alborozada, Meira Delmar. Elegante de porte y estilo, Amira de la Rosa supo conjugar, transformar, un sinnúmero de tristezas vitales a tal punto que no se adivinaran los rastros ni identidades de su presencia. 

Para Carmiña Ferhmann Arrieta, Amira fue su madre y amiga. Le decía Mamaíta. Hoy, desde sus 75 años, rememora con cariño y amor sus largas estancias con ella. No solo en Barranquilla, sino en los 3 años que vivió en España cuando cumplía Amira su misión diplomática. La recuerda con “su bello temperamento dulce a pesar de tantas cosas tristes en su vida”. 

Amira de la Rosa era la mayor de 9 hermanos. Su padre fallece cuando ella apenas llegaba a los 15 años. Había que ayudar a sostener la prole, y así Amira acude a tan temprana edad donde un norteamericano para que la deje laborar en su empresa. Ese trabajo tempranero ajusta las finanzas familiares. 

En el colegio del Rosario, a las monjas no les parecía correcto que una mujer escribiera, y menos poemas. Perseguida, se le nombró un acudiente para informarle sobre la “terrible” índole de la situación. Enterado del asunto, y tras comprobar la calidad de los versos, el tutor dio su dictamen a las religiosas: a una persona de esa herencia —es familiar del poeta Diógenes Arrieta— y talante no se le podía negar ni el estímulo a su condición, ni mucho menos el derecho a la educación.

Amira lo confirma: “Desde niña surgió en mí la vocación de enseñar. Con mis hermanas, amor y fe inquebrantables, iniciábamos una especie de ronda con los niños del vecindario para hacerles conocer las primeras letras, descubrirles el mundo fascinante de la sabiduría elemental que reside en el corazón”. 

Ese sería el inicio del colegio Gabriela Mistral, en el que estudiaron gratis tantos niños y donde se formaron diversas personas en variadas épocas. El periodista Alfonso Fuenmayor, fue uno de ellos, quien confiesa que “cuando apenas levantaba unos palmos del suelo, conocí a misia Amira, a cuyo colegio Gabriela Mistral asistí”.

Los Arrieta, desde niños, fueron una familia artística. La señora Enriqueta cantaba arias y melodiosas canciones de amor. Amira hereda esa vena poética a partir de las veladas literarias musicales en su misma casa, donde montaron una agrupación musical que tocaba valses, bambucos y pasillos. Allí estaban Tica, Amira, Regina, Beatriz, Margarita, Elena y sus hermanos. Margarita tocaba varios instrumentos, entre ellos el piano y la mandolina, y componía hermosos himnos. Amira cantaba.

La madre de Amira, doña Enriqueta Arrieta, fue una recia matrona que guió a sus hijos en las sendas de la compasión y de la solidaridad social. Con tan gran influencia en lo que decía y practicaba que, según Carmiña Fehrmann, en una de esas noches plácidas de la vieja Barranquilla, algunos ladrones perseguidos y angustiados hallaron refugio en su casa.

Agradecidos, juraban que no dejarían que nunca nadie, “nunca, se metiera con esa señora tan noble y hospitalaria”.

Del matrimonio con el abogado Reginaldo De la Rosa, a la edad de 18 años tuvo Amira su único hijo. Ramiro se llamó, y era, según todos los familiares, un ser especial. Pero el mal presagio floreció, para desgracia de su madre , presentó los síntomas tempranos de una lenta equizofrenia que lo fue desligando de las cosas de este mundo, apegándolo a un universo familiar al que fue dolorosamente salvaguardado.

Desesperada ante los pormenores de la enfermedad, Amira logró que por intermediacion de la familia Santos, sobre todo del periodista Enrique, el famoso Calibán, fuese nombrada en un puesto consular en España. Ellos mismos se encargaron de defenderla cuando en Bogotá alguien urdía para que se le entregara ese puesto consular, desplazando a la barranquillera. Todavía Carmiña indica la dirección madrileña del consulado: Maldonado 31. Transferida a Sevilla, hallaría en esa ciudad rasgos conocidos con la lejana Barranquilla. 

Los Arrieta seguían en Barranquilla viviendo en la Avenida Olaya Herrera con calle 69, sosteniendo la obra del Colegio Gabriela Mistral. Tiempos difíciles para todos ellos hasta el aciago día en que descubren la desalentadora realidad: no había dinero para comprar el almuerzo. Terrible disyuntiva solucionada por Regina, esa hermana menor a la que Amira le decía con familiar chanza La Mayor. Llama al chofer del busesito del colegio y le dice que arranque, que no frene, que tome hacia abajo, por favor. Pero el chofer preguntaba, terco, una y otra vez, el rumbo. Cuando estaban por la calle San Blas, le pidió que doblará por allí. 

Según Carmiña Fehrmann “cuando pasó por la Heladería Americana, siente la voz de un señor que le grita desde lejos: “Seño Regi, seño Regi”. Ella le dice al chofer que se detenga para ver quién la llamaba. Un caballero compugido le dijo que él no había olvidado que cuando se había ido de viaje le quedó adeudando un dinero de dos hijas que estudiaban en el colegio. Le dio los 6000 pesos que le debía. Eso era una gran cantidad de dinero en ese momento. Enseguida, Regina le dijo con alivio al chofer: “Ahora sí, vamos al mercado”.

En Madrid, la vida para Amira era difícil con un hijo enfermo. Alejada además, de su querida familia. Pero siempre con la frente altiva, la elegancia a flor de piel y las pruebas de su generosidad sin limites. Cuando a algunos de los estudiantes colombianos en España se les agotaba el dinero que le enviaban sus familiares, Amira los invitaba a su casa a desayunar, almorzar y cenar sin ninguna contreprestación. A su hijo Ramiro, para que no pasara esos días europeos fríos tan solitario, le contrató secretamente a un “amigo” que lo visitaba y lo sacaba a pasear por museos y parques de la ciudad.

Llegó el día en que se acabó el destino diplomático en España. Es hora de regresar a casa, con la familia que vive en ese momento entre las calles 82 y 84 con carrera 20 de julio. Dice el cronista e historiador Alfredo de la Espriella a próposito de ese momento: “Amira regresa a Barranquilla después de una larga ausencia -veinticinco años de carrera diplomática en España– y casi, rompiendo el protocolo de la bienvenida oficial y alborozo familiar por su retorno, se escurre directo al patio fragante de su casa. Se sienta en su mecedora “vienita” bajó el florido níspero que aguarda con su fronda confidencial que ella empiece el tuteo cariñoso de siempre. Su nostalgia, como los frutos de este corpulento ejemplar, también tiene almíbar”.

Los pagos que le llegan desde el Ministerio de Relaciones Exteriores son irrisorios. Carmiña recuerda que eran unas cuentas tan ridículas que a veces era mejor no ir a buscarlas. Pero Amira no se amilanaba y seguía sonriente ante tantas adversidades. Murió de un infarto cardiaco en 1974, mientras dormía. Como siempre, con el rostro diáfano y tranquilo. Sus exequias se cumplieron en el cementerio Universal, colocando en la lápida una hermosa poesía, a solicitud de la misma Amira. Después trasladaron sus restos a la catedral, al lado de su madre y hermanos. Finalmente, otra vez reunidos.

Ramiro, el hijo que tanto había querido Amira, quedó al cuidado de su tía Milly. Algunos días burlaba la vigilancia y se escapaba a caminar por el vecindario. En una de esas ocasiones, su esperado retorno se dilató, para desesperación de la familia, por tres días. Al final, fue encontrado flotando en uno de los caños. Al tratar de cruzar un caudaloso arroyo había sido arrastrado por el ímpetu de sus aguas. Pobre Amira.

El último golpe ocurrió en el 2008. Pese a los pedidos de ayuda para evitar el cierre del colegio Gabriela Mistral y las promesas del Alcalde Char de que eso no pasaría, nunca se concretó un plan que permitiera la supervivencia de una de las obras educativas de las Arrieta y en particular, de Amira de la Rosa, con la lamentable consecuencia del cierre definitivo de la institución.

Hoy, de esa vida poética de Amira, de la tristeza de su corazón, solo sobreviven, como los duros matarratones, la letra del himno de Barranquilla y el cada vez más deteriorado teatro Amira de la Rosa. Ella, síntesis de esos tiempos ahora difusos, recuerda en una estrofa de ese canto a la tierra que la vio nacer y crecer: “En el ímpetu verde y tropical, de tus patios de mango y jazmín, es pasión el susurro nocturnal, del follaje, del triple y el flautín. Barranquilla, trenza de ardor, danza la vida alrededor”.

Amira fue fiel ejemplo de ello.










MARGARITA BUSTILLO DE GUZMÁN DIJO:




Rafael Arrieta  Vargas era el padre de Amira y Enriqueta Mc Gregor de Arrieta , era su madre. 



Las Arrieta McGregor eran muchas . Fundaron un colegio que se llamaba  GABRIELA MISTRAL. Y TICA  ARRIETA MCgREGOR, CASADA CON RICHARD SIMMONS, Fundó un preescolar que se llama AMIRA DE LA ROSA.



Mi mamá fundó , por ese mismo tiempo, nuestro Kindergarten CAPERUCITA ROJA el cual dirijo en la actualidad.
El AMIRA DE LA ROSA, lo vendieron poco después de la muerte de TICA.


En verdad que ellas eran todas de un corazón inmenso y adoptaron, una de ellas, a CARMIÑA FERMANG, otra, a PALOMA CALVO, y creo que otras de ellas adoptaron hijos a quienes les dieron mucho afecto. Paloma, era hija adoptiva de Tica, pero no le gustaba tener un Jardín de infantes y por eso lo vendió.


Recuerdo que la Sra Enriqueta era muy blanca, elegante y llevaba peinados los cabellos en moño, con una peineta. Ya era bastante viejecita y yo era muy chiquita cuando me llevaban a visitar.Vivían en una casa antigua en la cra 46 (Olaya Herrera) entre las calles 69 y 70. aquí en Barranquilla.


La familia de mi madre y las Arrieta Mc Gregor eran muy unidas.
Bueno, Diógenes era hermano (por parte de  madre) de Zoraida Betancourt, quien era la abuela de mi madre.


Si Diógenes, en vez de llevar el apellido de su madre, hubiera llevado el Bustillo de su padre, AMIRA ARRIETA, habría sido  Bustillo y no  Arrieta.