ANÉCDOTAS Y PASAJES DE LA VIDA DE ROBERTO BUSTILLO ROMERO
Mi abuelo Roberto Bustillo Romero, vivió gran parte de su vida en la costa y se radicó en la capital después de la muerte, muy temprana, de su padre. Allí conoció a mi abuela Beatríz Camargo Torres(De la misma linea familiar de Sofía Camargo Guerrero la madre de Alberto LLeras Camargo) quien lo amaba profundamente y lo respetaba infinitamente, lo que el abuelo decía no tenía discusión.
Vivió 84 años.
De lo que me acuerdo de Don Robert, como le llamaban mis hijas por oír a su madre muy respetuosamente dirigirse siempre a él, es que era impecable, todo el día con corbata y vestido de tres prendas que incluían el chaleco, todos los días del año, nunca le vi vestido en otro traje.
Desconoció hasta su muerte las labores del hogar para las que siempre tildó como cosas de mujeres.
Mi abuela murió antes de yo conocerla y Don Robert tuvo que hacerse cargo de sus 8 hijos, algunos pequeños, cosa que nunca le había tocado tan de cerca, creo que nunca se preparó ni un café, mi abuela hacia todo para él.
Cuentan que una vez, a uno de sus hijos menores, le saco a pasear y le compró un helado, este se chorreo toda la ropa y la cara, mi abuelo lo sentó en un charco de agua.
Sus soluciones para el manejo de sus hijos pequeños eran como esa, así que a la mayor de sus hijas le toco crecer a pasos agigantados y hacerse cargo del hogar.
Yo soy el proveedor, dijo una vez, “hagan de cuenta que soy como un burro que tengo que trabajar y para esto me tienen que equipar bien”. Su hija Elvira asumió el papel de hermana mayor y lideró la familia con un tacto y con un amor hacia sus hermanos que hicieron las cosas menos drásticas para todos sin la presencia de la madre.
Mi abuelo era súper meticuloso para todo y muy orgulloso, él prefería hacer cualquier cosa que molestar con cosas personales a alguien.
Los besos y caricias no existían en su libreto, yo creo que estos eran símbolo de debilidad para él.
En sus últimos años, la tecnología avanzo muy rápido y el se quedo muy atrás, como nos pasa ahora a algunos.
Una vez recuerdo que llegamos a la casa y olía terriblemente a quemado, el abuelo bajó las escaleras cuando nos oyó, preocupado, mal humorado y dijo “Ya no hacen las cosas como antes” y subió nuevamente; en la cocina y sobre la estufa, había una vasija plástica casi derretida, había tratado de calentar algo pero el plástico era demasiado novedoso para él.
Fue contador Juramentado y trabajó toda la vida para el Banco de La Republica, cuando la contabilidad se hacia a mano y sin calculadora, solo máquinas sumadoras y estas eran la última tecnología.
No creyó en las calculadoras que para cuando tenía 70 años empezaban a salir y siempre verificaba las operaciones a mano pues decía que se podían equivocar. Nunca hubiera creído que habrían maquinas dispensadoras de billetes con un simple plástico.
Era muy vanidoso de ser Bustillo y de lo que él era, muy respetuoso de los pensamientos de otros aunque fueran conservadores, pero hacía ese hincapié.
Todos los días se levantaba a las 5 de la mañana y se bañaba; generalmente estaba de buen genio, pero cuentan mis tíos, que a veces tenia tropiezos o se pegaba con algo y se le veía con un sombrero echando todas las divinidades: San Judas, San Francisco, Santo Tomas etc. etc. y la cerraba y lo botaba al piso para patearlo, así descargaba su tensión y quedaba como nuevo.
Decía que tantos matrimonios entre primos al fin lo volvían a uno loco y que en la familia, el creía, que habían habido algunos.
No le gustaban los curas y todo lo que tenía que ver con ellos, a pesar de que mi abuela era muy devota.
Cuando me llevaban de visita a su casa, las horas de la comida eran siempre las mismas, rigurosas y todos los miembros de la familia se sentaban a la mesa juntos, se tomaba al final té o café y las conversaciones eran largas y aburridas, para un calentano como yo.
Era machista por naturaleza, en ese entonces lo que el decía con respecto a las mujeres era normal, Hoy día seria el machista más machista del mundo.
“Las mujeres no son buenas ni son malas, son mujeres nada mas”
Y se reía y a mis tías no les gustaba mucho pero ya estaban acostumbradas a sus bromas sobre las mujeres, si se le olvidaba algo importante: “ya parezco mujer” decía
Fue un amante de la poesía y conocía muy bien las de Diógenes, las cuales leían y analizaba con su hermano Fernando. Tuvo una memoria prodigiosa hasta sus últimos días y recitaba poesías que le fluían sin ninguna dificultad una y otra y de diferentes autores.