EL TÍO
Brevísimo Recuento del Tío
Brevísimo Recuento del Tío Fernando Bustillo Romero R.
Era un hombre de gran inteligencia y memoria admirable.
Capaz de recitar en las tardes sabatinas, durante varias horas los discursos
del caudillo Jorge Eliecer Gaitán. También recitaba versos y era frecuente
escucharlo decir:
- Roberto – Dirigiéndose a mi padre - ¿recuerdas aquel
de nuestro primo Diógenes Arrita, que comenzaba así?:
Ya no me hiere el brillo de tus ojos,
Ni palidezco al escuchar tu voz,
Y la turbación aquella que sentía,
Al rozar tu mano con la mía,
No volveremos a sentir los dos…
Y recitaba un verso bellísimo, que no puedo recordar
completo. Entonces mi padre contestaba:
- ¿Recuerdas Fernando, aquel de Darío que decía?:
Era un aire suave, de pausados giros,
el hada armonía rimaba sus vuelos,
e iban frases vagas y tenues suspiros
entre los sollozos de los violoncelos.
Sobre la terraza, junto a los ramajes,
diríase un trémolo de liras eolias
cuando acariciaban los sedosos trajes,
sobre el tallo erguidas, las blancas magnolias.
La marquesa Eulalia risas y desvíos
daba a un tiempo mismo para dos rivales;
el vizconde rubio de los desafíos
y el abate joven de los madrigales.
Y espetaba un larguísimo poema, el cual nuevamente era
respondido con otro de tío Fernando, así pasábamos las tardes, escuchando a los
sabios contar anécdotas, veros y discursos.
Pero… y nunca falta un pero, tío Fernando presentaba un
ligero problemilla, algo un tanto molesto, era como un ligero desplazamiento
neuronal, o quizá un corrimiento intelectual… mejor dicho, para abreviar y que
me entiendas; ¡era loco de atar ¡
Y no era una locura cualquiera, según dictamino el
psiquiatra español Dr. Agustí Pastor, padecía de “Locura Cíclica”, la que
periódicamente se presentaba precisamente en las fiestas decembrinas.
Los síntomas de su enfermedad, consistían en lo
siguiente.
Llegado el síndrome decembrino, vestía elegantemente,
con su mejor traje y decía – Hoy me he puesto mi vestido pastranero – Se
refería a que su vestido era similar al que Misael Pastrana, que era elegante.
Compraba le periódico y se informaba de quienes habían
muerto, eso sí gentes de prestantes familias de la sociedad. Se iba entonces, a
dar el correspondiente pésame a la viuda del occiso. Recuerda que por esos
tiempos se hacía un ceremonial llamado “Las Nueve Noches”
Ya en casa de la viuda, espetaba un discurso en honor
al difunto, brindaba por él, y se quedaba consolando a la viuda, entre besos,
versos y chascarrillos, según entiendo, ellas quedaban absolutamente consoladas
e incluso olvidaban rápidamente al deudo.
De allí, de éste benéfico comportamiento, tomó Sánchez
Juliao el honorable título “Consolador de Legendarias”. En algunas ocasiones
los familiares lo despedían con frases destempladas,
Patadas y ofensas, por lo que el tío sin amilanarse en
lo más mínimo decía: “Eran unas malas gentes, unos cachacos de mier…”, dormía
un poco y repetía su labor en otro hogar.
Por recomendación del médico fue necesario darle una
muy fuerte droga llamada Mayeptil, que produce sueño y torna dóciles a los
pacientes. Recomendó el galeno, darle 20 gotas, dormirlo y llevarlo en
ambulancia ala clínica de La Paz. Todo estaba listo, la ambulancia en la
puerta, la habitación esperándole y como si fuese un Rasputín, ingirió todo el
frasco de Mayeptil y seguía tan campante, mientras la ambulancia esperaba…
esperaba… y cobraba… cobraba…
Llamé al doctor y me indicó que una vez ingerida tal
cantidad de medicamento no se podía pos datar su reclusión, que llamara una
patrulla policial y lo llevara por la fuerza. Era ya casi la media noche y
llegaron los policías, lo agarraron de un brazo y lo metieron a la patrulla, y
de gentil manera me hicieron subir y sentarme a su lado, en la parte posterior
del vehículo. Claro yo estaba asustado, pues un loco tiene mucha fuerza y
podría atacarme… me mentó la madre, me insulto y todo de manera cordial.
Llegamos a la clínica, brinque rápidamente de la
patrulla y el desgraciado tío grito:
- ¡Agárrenlo que se escapa¡ ¡ agárrenlo ¡
Dos hombres vestidos de blanco, me sujetaron los brazos
y a rastras me llevaron. Yo argumenté:
- ¡El loco es él, suéltenme¡ - lo que ellos
respondieron:
- Eso dicen todos.- doblaron mi brazo sobre la espalda
y va para adentro. Voltee a mirar y una figura siniestra, que entre las sombras
había, se reía…se reía…
El tio Fernando fue muy querido por nuestra familia, fue una hombre de una gran cultura y conocimiento literario.
ResponderEliminarFernando Bustillo Berrío.
ResponderEliminarEra todo un personaje, lo recuerdo todo vestido de blanco del sombrero a los zapatos, todo un Dandy cuando llegaba a San Juan a visitar a mi abuela Ignacia Romero a la cual le enviaba desde Bogota ejemplares de El Espectador y El Diario de Colombia, llegaban un mes mas tarde pero eran recibidos con mucha alegría por la abuela. En ellos perfeccioné el arte de leer.
Reclamaba poesías, recitaba versos.
Cuando mi hermana mayor embolsó se presentó una mañana a la plaza de Corozal preguntando por la dirección y pregonando a voz en cuello que había llegado a casarse con la viuda.